Leche, miel, y maldiciones (Ki Tavo)
Esta semana he tenido el privilegio de estar en la playa de Long Island Sound, de estar en la naturaleza por segunda vez mientras el verano llega a su fin.
El océano, la lluvia, el sol, las nubes, el suave vaivén de la marea, la sensación de mis pies hundiéndose en la arena, caminando entre el crujido de las conchas, viendo salir la luna y ponerse el sol.
He visto tantas maravillas, sentí el poder restaurador de ellas fortaleciendo mi cuerpo y sentí la bendición de estar con una vieja amigo que ha traído tanta bendición a mi vida durante tres décadas. Hemos reconocido la bendición de vivir tantas décadas.
Tendré que almacenar estas bendiciones para traerlas de vuelta a la ciudad—y continuar buscándolos en la ciudad.
En contraste, la parashá de esta semana está llena de maldiciones. Las terribles advertencias parecen nunca detenerse.
Ki Tavo, “cuando vengas” a la tierra, una tierra de leche y miel, así es como debes actuar, y la fe que debes tener.
En lugar de Dios deleitarse con nuestra abundancia y números, como las estrellas en el cielo o los granos de arena en una playa...conocemos el ejercicio: plagas, enfermedades crónicas, incertidumbre, pánico, calor abrasador, sequía, inanición, infertilidad, muerte.
Y estar dispersos por todo el mundo.
Después de cada maldición, debemos decir, Amén.
También hay algunas bendiciones en la parashá, si seguimos los caminos de Dios, teniendo cuidado de no desviar a los ciegos, por ejemplo.
Hacia el final de la parashá, Moisés le recuerda al pueblo que han visto las maravillas y prodigios que Dios hizo que sucedieran ante sus propios ojos.
“Sin embargo, hasta el día de hoy, Dios no les ha dado un corazón para entender, ojos para ver y oídos para oír.”
(וְלֹא־נָתַן֩ יְהֹוָ֨ה לָכֶ֥ם לֵב֙ לָדַ֔עַת וְעֵינַ֥יִם לִרְא֖וֹת וְאׇזְנַ֣יִם לִשְׁמֹ֑עַ עַ֖ד הַיּ֥וֹם הַזֶּֽה׃)
Supongo que Dios nos dejó este trabajo a nosotros: abrir nuestros corazones al entendimiento, nuestros ojos para ver y nuestros oídos para oír.
A medida que nos acercamos a los Días Sagrados y trabajamos en ellos en nosotros mismos, envío las bendiciones de la parashá:
Que seamos bendecidos en la ciudad, y bendecidos en el campo.
Que seamos bendecidos por el producto de nuestra tierra.
Que seamos bendecidos en nuestra canasta y en nuestro plato de rodillas.
Que seamos bendecidos en nuestras idas y bendecidos en nuestras idas.
Y añado lo siguiente: que seamos bendecidos con corazones abiertos que entiendan, con ojos que vean y oídos que escuchen.
Que nos tomemos el tiempo para notar las maravillas que nos rodean, en cada persona y lugar donde estemos, donde sea que nos encontremos, todos los días.
Que cada uno de nosotros participe en aumentar la abundancia de bendiciones en el mundo, creando una tierra de leche y miel para todos, un mundo donde estemos todos juntos en vez de dispersos.
Y digamos ¡Amén!