Eso no puede ser todo: Vayak'hel
Justo el otro día, una amiga me envió un mensaje de texto diciendo que tiene que someterse a una cirugía la próxima semana y que está asustada.
Empecé a pensar de inmediato cómo podría apoyarla. Decidí que debería ofrecerme para organizar y dirigir un círculo para rezar por ella. Inmediatamente me puse a toda marcha, planeándolo todo en mi cabeza.
Al principio le costó mucho aceptar un regalo así. Estaba avergonzada. ¿Cómo podía ella merecer tal cosa? ¿Y ser el centro de atención así?
Le dije las cosas sabias que otros me habían dicho en el pasado, pero que nunca creí que realmente se aplicaran a mí: que al recibir estás dando, y lo importante que es aprender a recibir tanto como a dar. Platitudes, pero cierto.
Una vez que aceptó estos principios, dijo que le gustaría pedirles a otros que hicieran ofrendas, y de inmediato me relajé. podía respirar. No tuve que hacerlo todo yo sola. Podría dejar que se desarrollara de una manera más relajada. Hablamos y envié un correo electrónico.
Tan pronto como lo hice, la gente comenzó a responder. Parecía que cada persona individualmente quería ofrecer algo: una oración, un salmo, una canción, un poema.
Todos eran humildes, diciendo solo si había lugar para ellos. ¡Claro que había sitio!
Pero luego llegó un punto en el que me llegaban tantas ofertas que me pregunté si debería decirles, ¡no más! Pero, ¿cómo podría? La riqueza de ello y el deseo de dar eran tan hermosos y conmovedores.
Me hizo reír, porque me recordó la lectura de la Torá de esta semana; Se pide a los israelitas que traigan sus ofrendas de metales preciosos, hilos especiales, piedras, pieles, artesanía como ofrendas para ayudar en la construcción del mishkan, el tabernáculo, esa morada temporal de Dios en el desierto.
La respuesta es tan grande que Moisés tiene que decir: ¡Está bien, basta! Hay demasiado.
Pero me preguntaba, ¿cómo puede ser demasiado?
Se siente como una gran decepción cuando una persona quiere dar y le dicen que no puede. Pensé, debe haber otros canales para estos regalos.
Porque nunca puede haber una sobreabundancia de amor y de compartir, y eso es lo que representan los regalos. Son nuestro deseo natural de construir algo hermoso para los demás, pero también para el bien común.
Nuevamente, como hablé la semana pasada en “Pedí trapos” en relación con nuestra imaginación limitada, debe haber otra forma de usar todas las ofrendas; hay un sinfín de formas en que la sociedad necesita mejorar.
En cuanto a mí, fue otra lección sobre aceptar la ayuda de los demás como un regalo también, y que tampoco tengo que hacerlo sola.
Que abramos nuestra imaginación y encontremos formas cada vez más creativas de dar y aceptar regalos, porque, por más que sea una platitud, en el recibir hay un dar, y en el dar, hay un recibir.
Y di Amén.