Maldiciones a bendiciones y Balaam
No quiero hablar de Balak.
Ni sobre su misión de conseguir que Balaam maldijera a los israelitas.
Ni sobre las maldiciones de Balaam que se convierten en bendiciones porque las únicas palabras que pueden salir de su boca son las palabras que Dios quiere que diga.
Ni sobre el burro de Balaam y el ángel con la espada desenvainada que bloquea su camino.
Ni cómo Balaam golpea a su asna fiel porque no puede ver lo que su asna ve.
No quiero hablar de cómo Dios finalmente le da al burro la capacidad de hablar, y cómo Balaam procede a tener una conversación con él como si fuera la cosa más común del mundo.
Ni sobre la incapacidad de Balaam para ver a pesar de, irónicamente, ser un vidente, razón por la cual Balac lo contrata para maldecir al pueblo de Israel en primer lugar.
Ni cómo no tiene sentido que Dios se enoje con Balaam por ir con el pueblo de Balac a pesar de que Dios le dio permiso hace apenas un minuto.
Especialmente no quiero hablar sobre la escena sangrienta al final de la parashá de Pinhas atravesando con su espada a una mujer madianita “prostituida” y su amante israelita, y las contradicciones en esa historia.
Solo quiero hablar del agradecimiento que tengo de estar escribiéndote desde el campo donde estoy visitando a una amiga por unos días.
Quiero contarles sobre la hamaca que cuelga en su veranda y cómo he estado mirando el bosque, durmiendo en una pequeña tienda de campaña, escuchando los sonidos nocturnos de los bosques circundantes, el agua corriendo de un arroyo detrás de su casa, y la lluvia en las hojas.
Quiero decirles lo agradecida que estoy de estar escapando del calor opresivo de la ciudad, la basura en el suelo y el ruido incesante.
Quiero contarte sobre el bosque en el que nos acostamos por un rato, y el estanque reluciente en el que nadamos, el agua tan clara que puedes ver las piedrecitas en el fondo. Y cómo flotaba sobre mi espalda y solo escuchaba el silencio del agua llenando mis oídos mientras miraba hacia el cielo.
Quiero decir que, a pesar de que estaba "escapando de la ciudad" y su mugre, todavía encontré basura esparcida en el bosque. Y alguien estaba tocando música a todo volumen en la orilla del estanque.
Y deseaba poder ignorar la basura y cerrar mis oídos al ruido y escapar de lo negativo.
Quiero decir que, aunque a veces vemos cosas a las que desearíamos poder cerrar los ojos y seguir nuestro camino alegre, no podemos.
Y hay momentos en que tratamos de ver las cosas, pero no lo hacemos, porque todos tenemos nuestros puntos ciegos.
Que seamos bendecidos con una visión clara, con disfrutar y amar este mundo mientras estemos en él, a pesar de sus imperfecciones.
Que las maldiciones que vienen de nuestras frustraciones se conviertan en bendiciones, a pesar de todo.
Y que seamos bendecidos con la sanación que necesitemos.
Y digamos, amén.